miércoles, 8 de junio de 2011

SOBRE EL MANUAL DE CONVIVENCIA

Uno de nuestros mayores intereses es que este espacio se convierta en la posibilidad de comunicación entre docentes sobre todas esas situaciones que pueden ayudar a mejorar el ambiente escolar, a conversar, pensar y analizar nuestra acción pedagógica en pos de la Inclusión.

Les comparto un texto sobre el buen trato en el aula de clase y cómo puede el Manual de Convivencia hacerse accesible.

Gracias al docente OSCAR OSORIO de la IE Felipe de Restrepo por darlo a conocer....


HERRAMIENTAS CONCEPTUALES Y METODOLÓGICA PARA CONSTRUCCIÓN,
REVISIÓN Y AJUSTES AL MANUAL DE CONVIVENCIA

EL PODER DE LAS PALABRAS EXPLOSIVAS E INCLUSIVAS

No hay otro lugar como el aula en donde el lenguaje produzca tantas tensiones. Una palabra enunciada por el docente o el alumno es objeto de balance, de valoración, tanto por quien la pronuncia como por quien la interpreta. Las palabras y gestos usados tienen unas singularidades muy especiales en el contesto escolar.
Muy a menudo se registran hechos cargados de palabras explosivas que son usadas por los estudiantes y que en algunos casos son expresadas por los docentes, tanto en el ámbito escolar como familiar.

El poder de las palabras
El poder de la palabra puede generar efectos de resignación y de pasividad o efectos de replica y de interpelación frente a las dudas inevitables en el proceso de aprender.
Con la palabra se puede destruir o construir, y es la de construir la función esencial del docente en su quehacer pedagógico. Muchas de las palabras expresadas por los estudiantes son explosivas, soeces y pueden generar actitudes no adecuadas en el docente, por el estado de sensibilidad que posee y la relación causa y efecto que producen las palabras; es en este momento donde el docente debe recurrir a la transformación del léxico de sus estudiantes, de forma afectiva, estimular su mente con palabras de amor, sin olvidar la exigencia de la norma vigente.

La palabra explosiva

Es aquella palabra que pretende imponerse sobre todas las cosas, aquella palabra dogmática, que excluye al otro que no lo tiene en cuenta. Un ejemplo de ello es cuando el padre pega un grito a su hijo que se calle, porque este le recriminó algo, o le pidió algo. O el docente que dice que así es la lección y no de otra manera y por lo tanto el estudiante tiene “cero”.
Cuando el docente o el estudiante toman la palabra, afirman su existencia. Solo cuando el uno permite al otro expresar lo que quiere y siente, es reconocido como ser humano, se siente respetado. Por el respeto a la palabra, camina cada día el ser humano, el respeto por el otro, empieza cuando ese otro permite la palabra, cede la palabra.
Dar la palabra en el aula implica, a su vez, el compromiso de escuchar. Si el docente permite hablar al estudiantes es por que va a escucharlo, por que va a tomar en cuenta lo que el estudiante dice. Eso es respeto, es atreverse a escuchar la posición del otro así no la comparta, exponer sus motivos e intentar llegar a un acuerdo entre ambas partes.

La palabra inclusiva

Es la palabra comprometida en la escucha del otro, con el respeto, con la tolerancia. Es aquella que incluye al otro, que lo tiene en cuenta; que se fija como meta, aunque sea a largo plazo, el acuerdo. Es esa palabra que permite coordinar racionalmente nuestras acciones con el otro.
Si la palabra explosiva es sinónima de violencia, la palabra inclusiva es sinónimo de posibilidad de una convivencia mejor en el aula de clase y de una vida en sociedad más armónica. No implica necesariamente la paz absoluta que se sueña ilusamente. Sólo implica más posibilidades de interactuar con el aprendizaje y facilitar las relaciones dentro de un mismo contexto escolar.



LA MEDIACIÓN ESCOLAR
Las nuevas generaciones, nacidas para vivir en democracia, deben aprender a resolver pacíficamente los conflictos, y desterrar las agresiones verbales y físicas. Para ello, lo mejor es educar con el ejemplo, ya que la violencia, en general, engendra resentimiento y más violencia.
A las practicas habituales disciplinarias aplicables en las escuelas, consistentes en sanciones en el manual de convivencia, se le ha provisto de una nueva herramienta, que no sanciona sino que enseña la convivencia armónica, la importancia del diálogo y los contratos en la busca de soluciones.
En las relaciones humanas siempre habrá conflictos de intereses, pero llegar a acuerdos es lo deseable para el bien personal y común.
Para ello, la mediación supone que ante la aparición de un conflicto en el aula entre dos o más alumnos, o entre los alumnos y el docente, aparezca una figura neutral, adulta y capacitada, que puede ser de la comunidad educativa, que facilite la llegada de acuerdos. La creación de un centro especializado de mediación sería lo más aconsejable y deseable, aunque muchas veces no existe para ello ni presupuesto ni infraestructura. Es también saludable capacitar a los alumnos para que ellos mismos actúen como mediadores en conflictos menos graves, que surjan entre sus compañeros.
Lo primero es invitar a el o los afectados decidan reunirse con el mediador. Luego escuchar a las partes, asignándoles un tiempo a cada una. El mediador debe limitarse a escuchar sin opinar, y solo dirigiendo y ordenando el diálogo, formulando preguntas, en su mayoría abiertas, o sea aquellas cuyas respuestas exijan una explicación, y no limitarse a decir sí o no. El mediador no debe juzgar, ni retar, solo escuchar, preguntar y repreguntar, volviendo muchas veces a repetir en forma de pregunta lo que afirman las partes para que se escuchen a ellas mismas. Pueden intercambiarse roles, haciendo poner a una de las partes en el lugar del otro, lo que resulta muy efectivo. En el caso de que se involucre a un docente, aún cuando se escuche respetuosamente al niño, no debe perderse de vista la figura de autoridad del maestro con referencia al niño.
Una vez delimitada la cuestión conflictiva, se pide que cada uno elabore propuestas de solución (lluvia de ideas). De entre ellas se escogen las más adecuadas de común acuerdo, y luego se firma un convenio sobre los pasos a seguir, que ambas partes se comprometen a cumplir.
A posteriori, se debe hacer un seguimiento sobre el cumplimiento del acuerdo. No todo puede ser objeto de mediación y muchas veces la mediación fracasa, por lo cual no significa que no deban aplicarse sanciones en ningún caso, sino solo en casos extremos y cuando la mediación resulta impracticable o no se llega a un acuerdo, o éste no es cumplido.